Las velas han sido usadas para iluminar por el hombre durante más de 5.000 años, sin embargo, poco se sabe sobre su origen.
Los primeros indicios históricos sobre las velas
Los egipcios usaban velas ya en el año 3.000 a. de J. C., generalmente se les atribuye el haber desarrollado este tipo de iluminación al sumergir el papiro enrollado repetidamente en sebo derretido o cera de abejas. Las velas resultantes se usaban para iluminar sus hogares, ayudar a los viajeros por la noche y en ceremonias religiosas.
Los historiadores han encontrado evidencia de que muchas otras civilizaciones primitivas desarrollaron velas usando ceras hechas de resinas de plantas o derivados de la actividad de los insectos. Se dice que las primeras velas chinas fueron moldeadas en tubos de papel, usando papel de arroz enrollado para la mecha, y cera de un insecto oriental que se combinó con semillas. En Japón, las velas se hacían de cera extraída de frutos secos, mientras que en la India, la cera de las velas se hacía hirviendo el fruto del árbol de canela.
También se sabe que las velas jugaron un papel importante en las primeras ceremonias religiosas. Hanukkah, el Festival Judío de las Luces que tiene como elemento central la iluminación de velas, data del año 165 a. C. Hay varias referencias bíblicas a las velas, y el emperador Constantino instauró el llamado al uso de velas durante un servicio de Pascua en el siglo IV.
Cirios y candelarias durante la Edad Media
La mayoría de las culturas occidentales primitivas dependían principalmente de velas fabricadas con grasa animal. Una mejora importante se produjo en la Edad Media, cuando se introdujeron las velas de cera de abejas en Europa. A diferencia del sebo animal, la cera de abejas se quema pura y limpiamente, sin producir una llama humeante. También emitía un agradable olor dulce en vez del olor asqueroso y agrio del sebo.
Las velas de cera de abejas eran ampliamente usadas para las ceremonias de la iglesia, pero debido a que eran costosas, pocas personas, aparte de los ricos, podían permitirse el lujo de quemarlas en su casa.
Las velas de sebo eran las comunes para los europeos y en el siglo XIII, la fabricación de estas se había convertido en un oficio gremial en Inglaterra y Francia. Los fabricantes de velas (artesanos) iban de casa en casa haciendo velas de las grasas de la cocina atesoradas para ese propósito, o hacían y vendían sus propias velas en pequeñas tiendas gremiales.
Iluminación en la Edad Moderna
El nuevo mundo hizo su primer aporte a la cuestión cuando descubrieron que al hervir ciertas bayas producían una cera de olor dulce que ardía limpiamente. Sin embargo, extraer la cera de las bayas era extremadamente tedioso. Como resultado, la popularidad de este tipo de luminarias pronto decayó.
El crecimiento de la industria ballenera a finales del siglo XVIII trajo consigo el primer cambio importante en la fabricación de velas desde la Edad Media, cuando las espelmas – una cera obtenida por cristalización del aceite de cachalote – estuvieron disponibles en cantidades apreciables.
Al igual que la cera de abejas, la cera de espelma no producía un olor repugnante cuando se quemaba, y producía una luz significativamente más brillante. También la espelma era más dura que el sebo o la cera de abejas, por lo que no se ablandaba ni se doblaba con el calor del verano.
Los avances del siglo XIX
Los principales avances en la fabricación contemporánea de velas tuvieron lugar durante el siglo XIX. En la década de 1820, el químico francés Michel Eugene Chevreul descubrió cómo extraer ácido esteárico de los ácidos grasos animales. Esto condujo al desarrollo de la cera de estearina, que era dura, duradera y quemada limpiamente. Las velas de estearina siguen siendo populares en Europa hoy en día.
En 1834, el inventor Joseph Morgan ayudó a la industria moderna de las velas desarrollando una máquina que permitía la producción continua de velas moldeadas utilizando un cilindro con un pistón móvil para expulsar las velas a medida que se solidificaban. Con la introducción de la producción mecanizada, las velas se convirtieron en un producto fácilmente asequible para las masas.
La cera de parafina se introdujo en la década de 1850, después de que los químicos aprendieron a separar eficientemente la sustancia cerosa natural del petróleo y refinarla. La parafina, de color blanco azulado e inodoro, era una bendición para la fabricación de velas porque se quemaba limpiamente, consistentemente y era más económica de producir que cualquier otro combustible para velas. Su única desventaja era un punto de fusión bajo. Esto se superó pronto añadiendo el ácido esteárico más duro, que se había vuelto ampliamente disponible. Con la introducción de la bombilla en 1879, la fabricación de velas comenzó a decaer.
Las velas en la actualidad
Las velas gozaron de una renovada popularidad durante la primera mitad del siglo XX, cuando el crecimiento de las industrias de proceso de alimentos trajo consigo un aumento de los subproductos que se habían convertido en los ingredientes básicos de las velas – parafina y ácido esteárico.
En la actualidad el uso lúdico y ritual es el principal destino de la producción, aunque si preguntáis a vuestros mayores, seguro que todavía guardan una vela por si se va la luz.